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¿Por qué, si eres tú quien trabaja, es otro el que se enriquece?

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  • ¿Por qué, si eres tú quien trabaja, es otro el que se enriquece?

Autora: María de Magdala

Ilustrador: Antonio Miranda Regojo

Maquetación y Diseño: Miguel Crespo, de MT Color y Diseño.

Encuadernación e Impresión: coordinadas por Miguel Ángel Sánchez Cuello, de la imprenta Kadmos.

Descarga un poema de '¿Por qué, si eres tú quien trabaja, es otro el que se enriquece?':
https://www.insensata.es/magdalamuestra.pdf

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¿Por qué, si eres tú quien trabaja, es otro el que se enriquece? es una metáfora poética sobre Dios, cualquier dios, incluso un dios inexistente, como si fuera una voz que arenga a las trabajadoras desde las lecturas del antiguo testamento cristiano, que no es otra cosa que la biblia judía. Aquí, la poesía está dispuesta al modo de un misal revolucionario. En esta metáfora, firmada por María de Magdala, se reescriben fragmentos de los libros de los profetas, o del Génesis, del Éxodo o los Salmos, para mostrar a un Dios mutando, revelándose (¿o rebelándose?) como una trabajadora que se desespera ante sus compañeras, les reprocha el creerse y asumir como verdades los conceptos abusivos del capital, y les llama a liberarse de cualquiera que trate de apropiarse de sus mentes, de sus manos o de sus vientres. Hay personas que adoptan, o son educados en, la convicción de que pueden enriquecerse poseyendo el trabajo y a las trabajadoras/es como si fueran mercancías; de que esa actitud vital de abuso es no sólo legítima, sino incluso una profesión, la profesión de no trabajar lucrándose con el trabajo de otras/os, a quienes se arrebata el bienestar para especularlo financieramente. El Dios que nos poetiza María de Magdala desprecia esa realidad de abuso, y advierte a las trabajadoras <>. La semilla de la libertad germina en la consciencia de sentirse oprimida.

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María de Magdala es un seudónimo tomado del nombre de un personaje de la literatura bíblica. Carece de habilitación histórica fuera de los evangelios cristianos. Esa ausencia de sedimentación histórica la confina al universo de los mitos, en este caso religiosos, aunque no la anula del plano de la realidad, sino que la exilia de la historia académica. Igual que les ha ocurrido a millones de mujeres. Tantas veces las ciencias históricas han estado al servicio del poder (siempre masculino) de cada época que es difícil distinguir los relatos sobre aquello que hubo acontecido, por contraste con la propaganda respecto de lo que, quienes detentaban el abuso de la fuerza, pretendían (pretenden) que el mundo crea que ha sucedido. Por más que alguien escriba las crónicas de las historias humanas, pueden ser inventadas, tergiversadas, o construidas para forzar esas historias hacia un determinado e interesado rumbo: casi nunca la escritura es garantía de certeza, sino más bien propuesta de incertidumbre. Ocurrió con María de Magdala, durante más de quince siglos representada como una prostituta endemoniada porque así tuvo la voluntad arbitraria de caracterizarla, pasado el año 590, un hombre con poder social, el papa católico Gregorio I. A ese pontífice le apodaron “Magno” en sentido adulador, y a la mujer llamaron “prostituta” con ánimo denigratorio, en otro ejemplo más de hipocresía moral masculina, también de agresión sexual: tildar de prostituta a aquella mujer que previamente ha sido violada (en cualquier sentido) por un varón. El recurso al seudónimo da por sentado que María de Magdala sucedió. Y que lo hizo como una mujer de la mar en la Galilea del siglo I de la era común, que amó y fue amada, y que alumbró y se preñó de palabras subversivas. Todas somos “prostitutas” a ojos de los “magnos” que han ultrajado la historia.

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Fecha: Noviembre 2021
Tamaño: 125x200 mm
Páginas: 88
Encuadernación: Cartoné cosida
Impresión: Offset
Sobrecubierta: Ilustrada con solapas
ISBN: 9788412388121